Escrito por: Barbara A. Mendo Wheaton
El tequila no solo es la bebida nacional por excelencia, a la que se le llama “embajadora de la mexicanidad”, es además un símbolo de la lucha que se ha tenido que dar en distintos escenarios, para que esta bebida de graduación alcohólica tenga un reconocimiento internacional, como el que tienen otras bebidas de prestigio, como el champán, el coñac y los vinos de la Ribera del Duero o de la Rioja, por citar solo algunos ejemplos. La historia y el momento actual que vive nuestro tequila en el mercado global están llenos de aventuras y procesos en los que ha habido intensa actividad desde el ámbito de la legalidad. Se trata de un esfuerzo sostenido que debieron de hacer distintos actores a lo largo de por lo menos los últimos 50 años.
Todo inició más o menos hace 60 años, cuando un grupo de productores de tequila, buscando la promoción y la ampliación del mercado para el tequila, se unieron y dieron forma a la Cámara Mexicana de la Industria Tequilera; luego vino el primer triunfo legal, que resultó en la obtención por parte de la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) de la denominación de origen para esta bebida en 1974.
No obstante, en el horizonte aún se avizoraba muchas batallas legales por enfrentar. Ante ese panorama, surgió la necesidad de formar un organismo que tuviera como objetivo garantizar la calidad del producto y salvaguardar para productores, distribuidores y consumidores, que, en el mundo, lo que llevase el nombre de tequila realmente lo fuera. Así, en 1994 se logró la creación del Consejo Regulador del Tequila (CRT), un organismo que desde su creación ha tenido como meta regular la actividad relacionada con producción, comercio y promoción del tequila dentro y fuera de las fronteras nacionales.
Para darnos cuenta del tamaño de lo que estamos hablando unos números: la producción anual de tequila en 2018 fue de 309 millones de litros, de los cuales 170 millones de litros fueron de la categoría 100% agave y 130 de tequila. Las exportaciones el año pasado fueron de 224 millones de litros, principalmente a los Estados Unidos de América, principal mercado para nuestros tequilas.
Este año, tanto la Cámara Nacional de la Industria Tequilera como el Consejo Regulador del Tequila tuvieron logros importantes en materia de salvaguarda del nombre tequila y los productos que así se ostenten. Entre otras victorias de este año, podemos contar las acciones puntuales para erradicar del mercado europeo productos que hacían alusión al nombre del tequila y así se comercializaban; eso no volverá a pasar. De igual manera, en marzo se lograron en una gira europea acuerdos para el uso de los laboratorios de sanidad de la Ciudad de Madrid, España, como lugares de certificación de productos y finalmente otro logro fue la firma de acuerdos con el Consejo Regulador del Brandy de Jerez, con el Consejo Regulador de la Ribera del Duero y con la EUIPO, Oficina Europea para la Propiedad Intelectual en Alicante, España.
De todos estos acuerdos y convenios, llama especial atención el reconocimiento de la Unión Europea y sus 27 miembros actuales, de la situación geográfica específica para nuestra bebida emblemática, lo que permitirá que el nombre de Tequila se asocie exclusivamente a productos elaborados en las regiones determinadas en el documento de la denominación de origen.
Es cierto que los acuerdos de reconocimiento a la denominación de origen con la Unión Europea, China, Rusia y Brasil, por citar algunos, son logros importantes en la protección de nuestra bebida, pero aún hay mucho que hacer, y por eso se trabaja en otros acuerdos y convenios.
Existen, a pesar de las diferencias entre el reconocimiento de la Denominación de Origen (DO) y el sistema Estadounidense de Marca Registrada (Trade Mark o TM), acuerdos con las autoridades del país vecino al norte para proteger nombres y productos contra imitaciones fraudulentas. Sin duda, el tequila hoy goza la máxima protección que puede tener un producto con un origen y una identidad tan propias como lo son las suyas.